Hoy en día el conocimiento se concibe como la fuente suprema de poder, como el elemento sustancial para el crecimiento de las personas y como la condición de correcto funcionamiento de todas las estructuras sociales. Todo gira alrededor del conocimiento, de allí de la designación de “Sociedad del conocimiento”, la cual se entiende como la capacidad de producir, almacenar, transmitir y recuperar la información generada por los soportes de la información y de la comunicación. (Ramón, M. A. 1999 “La Universidad en la Sociedad del Conocimiento”)
Aprendizaje e información son elementos constitutivos de la sociedad del conocimiento. No se puede entender el conocimiento sin el aprendizaje, y no se puede hablar de aprendizaje sin tener en cuenta la información.
La sociedad del conocimiento necesita trabajadores y ciudadanos: autónomos, emprendedores, creativos, ciudadanos solidarios y socialmente activos; por tal motivo se impone un cambio radical en el mundo de la educación y formación dado que se exige un mayor papel de los estudiantes individuales. Requiere de estudiantes que tomen parte activa en el aprendizaje, que sepan aprender en multiplicidad de entornos, que sepan personalizar el aprendizaje y que construya en base a las necesidades específicas. Educar ya no es empaquetar los contenidos del aprendizaje y ponerlos al alcance de los alumnos sino capacitarles para la experiencia del aprendizaje.
El sistema educativo no puede quedar al margen de los nuevos cambios. Debe atender a la formación de los nuevos ciudadanos y la incorporación de las nuevas tecnologías ha de hacerse con la perspectiva de favorecer los aprendizajes y facilitar los medios que sustenten el desarrollo de los conocimientos y de las competencias necesarias para la inserción social y profesional de cualidad.
Las nuevas tecnologías pueden ser empleadas en el sistema educativo de tres maneras distintas: como objeto de aprendizaje, como medio para aprender y como apoyo al aprendizaje.